Escribir es una terapia. No poseo cita ni texto con qué sustentarlo, pero al menos para mí, ha sido una terapia.
Por mucho tiempo rechacé lo que significaba investigar. Sentía que era una palabra muy fuerte, una palabra cargada de academicismo, que implicaba un orden y una metodología con la que me costaba adaptarme. Años después, egresado ya de la carrera (con algún que otro curso de investigación reprobado), comprendí que esto no era así. Lo cierto era que a mí siempre me ha gustado investigar, aunque no lo conociera de esa forma. En mi cabeza, yo era solo un estudiante al que le gustaba leer, ver y curiosear entre temas que le llamaban la atención. ¿Por qué habría de investigar, en los cursos, si tenía miles de textos a los que acercarme fuera de la clase?
Pero investigar ha sido mi terapia. Ha traído el orden que me faltaba al acto mismo de buscar información sobre los temas que me apasionan. Encerrarme con mi laptop a buscar fuentes, discutirlas, repensar diferentes maneras de cómo aterrizar mis ideas, seguir explorando… Todo ha contribuido para que esa pasión de investigar reaparezca y se convierta en un espacio seguro, en el que puedo dejar todo de lado para ahondar en los temas que me entusiasman. Si bien es cierto, la metodología que he tenido para investigar se ha ido desgastando años después de mi egreso de la facultad de comunicaciones, las ganas por seguir explorando temas tan diversos permanecen intactas. Y gracias a todo el equipo de Comunica Investiga LAB he podido añadirle esa disciplina que necesitaba para poder llevarlas a cabo.
Ahora, a años de mi egreso, ya no tengo ese temor a la investigación, ahora lo siento como algo cercano. Lo puedo utilizar como una herramienta para ahondar en cualquier tema que me guste. Siempre he sentido que me he ido por las ramas en mis investigaciones, pero la terapia, es decir investigar, está ahí para aterrizar esa tan terrorífica nube de pensamientos de la que nunca sé cómo empezar a hablar.