Desde muy joven comprendí que la capacidad de defender con pasión nuestras ideas y convicciones resultaba una virtud. Sin embargo, también entendí la importancia de tener argumentos sólidos que las respalden adecuadamente. Aprendí que a través de la discusión y el diálogo generamos gran parte de nuestro conocimiento e ideas pero también creamos relaciones interpersonales y sentido de identidad, especialmente a través de las emociones compartidas por temas que nos apasionan o nos afectan. Por ejemplo, algo que recuerdo vívidamente de mis años como universitaria son las conversaciones entre amigos sobre nuestras opiniones políticas y económicas, en las cuales, a pesar de nuestra juventud e inexperiencia, se despertaban acaloradas discusiones en las cuales defender tu punto de vista parecía resultar un asunto de vida o muerte.
Recientemente redescubrí la dualidad entre objetividad-subjetividad en la investigación y el diálogo mientras estaba en Italia, hablando con mi familia. Había pasado un tiempo desde la última vez que tuve una discusión de este tipo con alguien cercano. Esta vez estábamos cenando y comenzamos a hablar sobre los principales problemas en Europa, como la guerra en Ucrania, la migración, las dificultades laborales y los altos e impagables impuestos. Me di cuenta rápidamente que la diplomacia no era una opción cuando se conversaba de temas tan complejos. Este tipo de situaciones suelen ser difíciles de abordar, ya que nuestra propia subjetividad nos juega en contra al despertar emociones que dificultan la tarea de comprender con objetividad hechos y opiniones diversas. Sin embargo, me di cuenta en ese mismo momento, lo agradecida que estaba de haber tenido la oportunidad de aprender a explorar e investigar desde muy joven. Ello me permitió que en situaciones así, mis argumentos sean mi espada y la investigación mi armadura. ¿Cómo podemos generar una opinión sin conocimiento? ¿Con qué defendemos nuestro punto de vista? ¿Cómo desarrollamos un sentido de nosotros mismos sin comprender lo que nos rodea? Una vez que terminó mi discusión en la mesa de la cena, mi tío me dijo algo que se quedará conmigo para siempre: Es nuestra responsabilidad como personas informarnos e investigar buscando datos y hechos de diferentes fuentes, que nos permitan conocer y entender con mayor profundidad la realidad en la que vivimos. La investigación nos permite utilizar nuestra razón para encontrar información objetiva basada en datos y hechos, pero también nos permite comprender al otro, en su subjetividad, desarrollando empatía a partir del conocimiento (1). La investigación es probablemente la herramienta más completa para llegar a acuerdos que promuevan el desarrollo a partir del entendimiento de todas las partes.
A veces, damos por sentado el enorme privilegio y regalo que es investigar; tener las herramientas (datos y hechos) para defender nuestras ideas, generar opiniones fundamentadas y promover el conocimiento a través del consenso y disenso con otros; entender nuestro mundo y a nosotros mismos en un nivel más profundo y significativo. La investigación nos brinda las herramientas para comprender, aprender y navegar un mundo tan complejo y cambiante, en el cual el diálogo, espacio donde la subjetividad y objetividad conversan, es cada vez más necesario para generar un desarrollo que nos contemple a todos.
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(1) Conocido también como intersubjetividad (A.Schutz)