Ojito: Antes de iniciar, quiero confesar que tomaré la oportunidad de escribir estas entradas en el blog como una oportunidad para recordar aquellos momentos que de alguna u otra manera han marcado mi experiencia como estudiante y que deseo no olvidar con el paso del tiempo. Es muy probable que en unos cuantos años cuando regrese a leer estas entradas sienta que no debí haberlo hecho *carita sonriente*, pero de seguro sentiré mucha felicidad por haber madurado, crecido y aprendido de la vida. Ah, y trataré de ser lo más informal y coloquial posible -aunque siento que fracasaré en el intento-, porque, siendo sinceros, ¿no les cansa tener que pensar siempre en la mejor palabra a usar para ser “académicamente correctos”?
Director de cine premiado en los Oscars. No había otra opción. Esa era la consigna que motivaba mi viaje a Lima a los 17 años. ¿Director de cine? Si soy sincero, ni siquiera yo entendía qué era un director de cine a esa edad -y no sé realmente si lo tenga totalmente claro aún, lo siento amigxs audiovisuales-. Sin embargo, un sueño es un sueño, pero como todo en la vida, las personas evolucionan, los intereses cambian y los sueños toman nuevos rumbos. Ese fue el inicio de mi travesía como estudiante universitario y, sin darme cuenta, mi inicio en la investigación.
Todxs tenemos una película favorita. La mía es El viaje de Chihiro de Hayao Miyazaki -por favor pasa por Netflix o Cuevana si no la has visto, prometo que valdrá la pena-. Debo haberla visto mínimo unas diez veces. La primera a los seis años en español de España, y luego en castellano, japonés y hasta en inglés para no perder la costumbre. Amo la animación desde siempre y era un poco obvio que mi primer acercamiento a la investigación iba a ser a través del séptimo arte.
Y así fue. Para contextualizar, uno de los últimos cursos de Estudios Generales Letras en la PUCP es el de Investigación Académica. Lo interesante y bonito era que el curso te brindaba una gama de posibilidades de enfoques dependiendo del docente que elegías para abordar un tema de investigación único e inigualable. Yo como buen comunicador ingresé al horario que trabajaba con el enfoque de Humanidades *risita sarcástica*, lo cual fue una gran elección por dos motivos. El primero porque desde ahí sospechaba que las comunicaciones no eran lo mío, pero ese es tema para otro blog, y, el segundo, porque era mi gran oportunidad para volver a ver cómo los padres de Chihiro se convertían en cerdos por undécima vez.
Catorce, trece, once y hasta creo que saqué un jalado en el curso. Probablemente las peores notas que había -y he- sacado en la universidad. Sin embargo, yo estaba contento de trabajar un tema del cual me sentía un experto. El título, sí, muy pomposo y seguro lo único coherente y correcto del trabajo: Un periplo heroico por la psiquis de Chihiro. Análisis arquetípico de El viaje de Chihiro. O, tal vez estoy siendo muy duro conmigo mismo, pero de todas maneras el curso reveló que tenía deficiencias académicas severas en cuanto a la investigación: dificultades para organizar y conectar mis ideas, capacidad de análisis muy superficial, desconocimiento sobre metodología de investigación, entre otros. Ya habrá momento de contar cómo pude -y sigo- trabajando en ello, pero en esta entrada deseo solo centrarme en uno de ellos: el bendito estilo.
“NO TIENES ESTILO PARA ESCRIBIR”. Lo sentí así. Como si con palabras mayúsculas mi JP escribiera con plumón indeleble en mi frente ese comentario después de revisar uno de mis avances. De hecho ese debe haber sido uno de los comentarios más traumáticos que he recibido durante la universidad. “¿Pero cómo puedo mejorar?” le respondí ingenuamente, sabiendo que la respuesta obvia -y en efecto la que me respondió- fue “leer más”. Recuerdo que salí molesto, enojado, triste, culpando a lxs demás por no comprenderme. Sin embargo, luego de un tiempo, cuando regresé por nostalgia a revisar mi trabajo final, entendí y reconocí que era cierto. Los avances que había presentado en el curso habían tenido serias deficiencias de redacción y era algo que tenía que mejorar. No obstante, confieso que desde ese momento en cada uno de los textos que escribo me sigo preguntando si la gente seguirá pensando que no tengo estilo al escribir. Espero que no, pero ustedes lo juzgarán a través de este blog.
Pero la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. De las caídas se aprenden y seguro que debo haber aprendido aunque sea alguito para tener ahora el honor de compartir con un equipo súper capo la dirección de un laboratorio de investigación. Gran responsabilidad para un bachiller que está descubriendo el mundo, pero también una oportunidad para brindar una visión distinta tomando en cuenta lo que lxs estudiantes esperan de espacios como este -prometo no escribir con tinta indeleble mis comentarios en otras personas-. Ahora ya no sueño con ser director de cine, sino que me acepten en algún prestigioso programa de PhD. Ya no me mueve investigar sobre cine, pero me encanta revisar investigaciones de otras personas sobre películas. Ya no me da miedo de que critiquen como escribo, sino que me gusta recibir feedback para corregir mis errores. ¿Es esto madurar? Es probable. Y no hubiese sido posible sin la decisión de exponerme, mostrar mis errores, pero también mi potencial.
Así, aprendí dos cosas con esa experiencia traumática en Letras. En primer lugar, que está bien explorar desde nuestros propios intereses qué es la investigación. No necesitamos abordar problemáticas súper complejas que inclusive no podamos lograr entender aún. Los temas llegarán cuando la vida nos indique que estamos preparados para ello, cuando tengamos las herramientas, conocimientos, recursos y motivación suficiente. En Letras yo sabía que investigar sobre mi película favorita de la infancia no iba a detener el calentamiento global, pero sí sabía que me iba a brindar la tranquilidad, alegría y motivación necesaria para emprender el viaje. Y en segundo lugar, que la humildad, inteligencia y comprensión al momento de recibir retroalimentación sobre nuestras investigaciones son necesarias para no tomar nada personal, sino como combustible para mejorar y crecer como investigadores. Sí, al inicio nos equivocaremos y nos dirán tal vez que nuestra redacción, metodología, autores no son los más indicados, pero está en nuestra cancha superarnos cada día y, por consiguiente, ofrecer investigaciones cada vez más rigurosas, innovadoras y pertinentes.
¡Por más inicios y equivocaciones!